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Intersticios del tiempo
Intersticios del tiempo
El tiempo suele concebirse como una línea continua, un flujo ininterrumpido que avanza inexorablemente. Sin embargo, esta percepción lineal y rígida se disuelve al explorar los Intersticios del tiempo, aquellos espacios diminutos, casi imperceptibles, donde el tiempo parece ralentizarse, distorsionarse o detenerse por completo. Este proyecto fotográfico propone una exploración de estos momentos suspendidos, donde las categorías tradicionales de pasado, presente y futuro pierden su significado, y el tiempo cronológico se pliega sobre sí mismo para dar paso a una experiencia atemporal.
Desde una perspectiva filosófica, el proyecto se enraíza en las reflexiones de Heráclito, quien afirmaba que «nunca podemos bañarnos dos veces en el mismo río», subrayando la naturaleza cambiante y fluida del tiempo. Sin embargo, los intersticios ofrecen una paradoja: si bien el flujo continúa, nuestra percepción se transforma, permitiendo experimentar una gota suspendida en la corriente, un instante de lucidez que contiene toda la eternidad.
Esta concepción también desafía la visión lineal y unidireccional del tiempo dominante en la modernidad. Inspirándonos en el existencialismo de Jean-Paul Sartre, entendemos el tiempo como una experiencia subjetiva y dinámica, en la que el ser humano participa activamente. En los intersticios, esta participación se convierte en un acto de introspección, una pausa consciente que rompe con la rutina automática de la vida cotidiana, permitiéndonos habitar plenamente el «ahora».
Además, la obra evoca la búsqueda de sentido de Viktor Frankl, quien veía en la trascendencia una dimensión intemporal de la existencia. En estos espacios intermedios, el tiempo deja de ser un recurso limitado y se convierte en un terreno fértil para la contemplación y el autoconocimiento, proporcionando un refugio frente a la alienación moderna y la obsesión con la productividad y el rendimiento.
Los intersticios del tiempo, por tanto, no solo ofrecen una experiencia metafísica, sino también una resistencia frente a la aceleración de la vida contemporánea. En palabras de los maestros zen, son un acceso a la «no-mente», un estado de presencia pura donde el instante se despliega en su totalidad. Este estado de lucidez nos conecta con la esencia de nuestra existencia y nos reconcilia con nuestra relación con el tiempo.
Las fotografías de Intersticios del tiempo buscan capturar y compartir estos fragmentos de eternidad, invitando al espectador a pausar, observar y encontrar sus propios intersticios del tiempo. Con una estética que privilegia la abstracción y la luz como elemento revelador, cada imagen actúa como una ventana hacia estos momentos atemporales. Al detenerse ante estas obras, el espectador no solo observa, sino que participa en una experiencia que trasciende lo visible, transformándose en un testigo activo del «ahora» y de la infinita riqueza que contiene.
En síntesis, Intersticios del tiempo es una propuesta artística y filosófica que invita a repensar nuestra relación con el tiempo, ofreciéndonos la posibilidad de habitarlo de una manera más consciente y plena. Al hacerlo, se convierte en un puente entre la percepción cotidiana y una verdad más profunda sobre nuestra existencia.
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Percepción y abstracciones de un horizonte interno
Percepción y abstracciones de un horizonte interno
Un límite invisible nos recorre, un borde donde lo percibido se funde con lo intuido, como si cada instante de nuestra conciencia fuera un campo de abstracción en sí mismo, un paisaje tenue y difuso, fragmentado y cambiante. Al igual que el horizonte inalcanzable en la distancia, lo interno se desliza en capas, oculto tras la niebla de lo sabido, de lo intuido, de lo sentido. Percibimos el eco de ese horizonte al cerrar los ojos y sentir cómo nos envuelve lo inefable: un juego de luces y sombras que danzan en el espacio incierto de lo que nunca diremos y de lo que no seremos capaces de conocer en su totalidad. Ahí, donde lo abstracto despliega su lenguaje de formas imposibles, en el margen entre la conciencia y la profundidad, queda la promesa de lo inexplorado, de aquello que aguarda, tan propio y tan ajeno como la línea última de un horizonte íntimo que jamás se deja alcanzar.
Percepción y abstracciones de un horizonte interno es un proyecto que explora la naturaleza efímera y subjetiva de nuestra percepción. Inspirado en la fenomenología de Edmund Husserl y Maurice Merleau-Ponty, este trabajo fotográfico propone una introspección hacia los límites y profundidades de nuestra conciencia. Como si cada instante fuese un eco de lo vivido, lo percibido se funde con lo intuido en un espacio indefinido, donde las líneas entre lo tangible y lo abstracto se desvanecen. Al igual que el horizonte, siempre distante e inalcanzable, nuestra percepción interna está en constante movimiento, moldeada por experiencias, emociones y recuerdos.
El proyecto plantea una reflexión sobre cómo el cuerpo, los sentidos y la mente construyen la realidad, siguiendo las ideas de Merleau-Ponty, quien describe la percepción no como una representación pasiva, sino como un acto creativo. Aquí, las fotografías se convierten en metáforas visuales de este proceso, dejando de ser simples imágenes para transformarse en portales hacia el universo interno del espectador. Cada obra invita a un diálogo íntimo, una exploración donde el color, la textura y las formas sugieren paisajes emocionales y psíquicos que resuenan de manera única en cada individuo.
Inspirado por la obra de Mark Rothko, este proyecto utiliza la abstracción como lenguaje para evocar emociones profundas y universales. Rothko aspiraba a trascender lo visible para tocar lo espiritual, y Percepción y abstracciones de un horizonte interno adopta esta misma intención. Las atmósferas cromáticas y las texturas cuidadosamente compuestas buscan generar un estado de contemplación, llevando al espectador a un espacio introspectivo donde se encuentra cara a cara con su propio horizonte interno.
Las fotografías de esta serie no representan lugares físicos, sino paisajes de lo intangible: «Latidos del recuerdo», «Fronteras del deseo» o «El vacío que habla» son solo algunos ejemplos de títulos que reflejan esta dimensión. Cada imagen es un fragmento de lo inefable, una expresión visual de aquello que escapa al lenguaje pero que sentimos en lo más profundo de nuestro ser. En esta colección, el horizonte no delimita; es un umbral, un lugar de transición entre lo conocido y lo desconocido, lo racional y lo intuitivo, lo personal y lo universal.
En este contexto, el proyecto cobra un carácter filosófico y meditativo. Las imágenes proponen una ruptura con lo cotidiano, llevando al espectador a descubrir que la realidad externa es solo una parte de su experiencia. En palabras de Husserl, «la percepción no es un mero reflejo del mundo externo, sino una ventana hacia nuestra subjetividad». Cada fotografía, con su abstracción deliberada, busca precisamente despojar al observador de preconceptos, permitiéndole proyectar sus propias emociones, recuerdos y deseos en el espacio visual que tiene ante sí.
Percepción y abstracciones de un horizonte interno es más que una serie de imágenes; es un experimento conceptual que explora los límites de la percepción y la profundidad de la experiencia humana. Es una invitación a la introspección y al autodescubrimiento, donde cada imagen es un espejo de nuestra esencia más íntima. Al cruzar este umbral, el espectador no solo contempla arte, sino que se encuentra a sí mismo en un diálogo constante con los horizontes de su propio ser.
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Bitácora del silencio
Bitácora del silencio es un proyecto introspectivo que explora el silencio no solo como ausencia de sonido, sino como un espacio transformador y profundamente significativo. A través de la naturaleza como lenguaje visual, este proyecto invita a detenerse en un mundo saturado de ruido y distracciones, proponiendo un refugio donde redescubrir nuestras emociones y pensamientos más esenciales.
Inspirado en corrientes filosóficas clásicas y contemporáneas, este proyecto concibe el silencio como un territorio donde la existencia recupera su densidad y su misterio. La tradición filosófica ha abordado el silencio desde múltiples perspectivas: como resistencia frente a la hiperproductividad, como vía para una existencia auténtica, como herramienta de contemplación fenomenológica, como lenguaje poético o como un estado de fluidez en armonía con la naturaleza. Bitácora del silencio se nutre de estos enfoques para reivindicar la pausa como un espacio donde el ser humano puede reencontrarse consigo mismo y con el mundo desde una mirada más profunda y esencial.
Desde la crítica de Byung-Chul Han a la sociedad del cansancio, el proyecto se inscribe en una reflexión sobre la hiperproductividad y la sobreexposición contemporáneas. Han define el silencio como un terreno fértil donde la subjetividad y el pensamiento pueden regenerarse, lejos de la constante exigencia de rendimiento. En un mundo dominado por la velocidad, la pausa se convierte en un gesto revolucionario. Bitácora del silencio recoge esta idea para reivindicar la quietud como un espacio donde la existencia recupera su espesor, su capacidad para inspirar y su resistencia ante la lógica del desgaste.
Esta reivindicación del silencio encuentra un eco en la ontología existencial de Heidegger. Desde su perspectiva, Bitácora del silencio reflexiona sobre el ser-en-el-mundo (Dasein) como una experiencia de habitar nuestra existencia de manera auténtica. Heidegger plantea que sólo en el silencio y la contemplación es posible conectar con el presente y descubrir una relación genuina con el entorno y con nosotros mismos. En este sentido, las imágenes del proyecto son más que representaciones visuales; son una invitación a detenernos, a abandonar la inmediatez y a experimentar el «estar siendo» en su forma más plena.
Desde la fenomenología de Husserl, el proyecto asume la observación consciente no como un acto pasivo, sino como una forma de descifrar los significados profundos del mundo. En cada fotografía de Bitácora del silencio, lo cotidiano se transforma en un espacio lleno de significado, mostrando que la atención a los detalles más mínimos puede abrir las puertas a una comprensión renovada de nuestra relación con el tiempo, el espacio y la existencia.
El proyecto también dialoga con la poética de Rainer Maria Rilke, para quien el arte es una búsqueda incesante de lo invisible y lo esencial. Para él, el silencio no es un vacío, sino un lenguaje profundo que conecta al ser humano con la existencia en su forma más pura. Bitácora del silencio recoge este legado y lo traduce en imágenes que invitan no solo a mirar, sino a escuchar lo que el silencio tiene que contar.
A esta conversación se suma la visión del taoísmo, especialmente a través del concepto de wu wei (acción sin esfuerzo). En esta filosofía, el silencio y la pausa no son renuncias, sino estados de fluir con la naturaleza y permitir que las emociones y pensamientos emerjan de manera natural, sin resistencia ni juicio. Este principio se refleja en las fotografías del proyecto, que invitan al espectador a sumergirse en la contemplación sin necesidad de interpretaciones inmediatas o conclusiones forzadas.
Cada imagen en Bitácora del silencio es una puerta abierta a la introspección, un espacio suspendido en el tiempo que invita al espectador a “escuchar” lo invisible. El proyecto utiliza la fotografía como un medio poético para convertir lo cotidiano en un espejo de nuestra propia existencia. En estas pausas visuales, la naturaleza, con su pureza y sencillez, se convierte en un mapa simbólico que guía hacia un encuentro íntimo con el ser.
En su conjunto, Bitácora del silencio es una invitación a habitar el tiempo de manera pausada, a recuperar el valor de la contemplación y a abrazar el silencio como una experiencia transformadora. Cada imagen resuena como un eco de lo que somos cuando el ruido desaparece, proponiendo una reflexión sobre la relación entre el arte, la filosofía y la esencia misma de la existencia.
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GRI(e)TAS
GRI(e)TAS
Abrimos un cuerpo para nacer del mismo modo que la semilla agrieta la tierra para echar raíz. Se seca la tierra hasta dividirse, se agrietan las paredes de la casa antes del derrumbe, se raja la ropa por el deseo de llegar al otro, se parte la piel porque nunca cabemos en nuestro cuerpo, se nos rompe el corazón…
La grieta es una metáfora universal, un símbolo de fragilidad, transformación y renacimiento.
GRI(e)TAS es un proyecto fotográfico que se sitúa en la intersección entre lo que se rompe y lo que grita. La grieta, como símbolo de fragilidad y transformación, no solo representa la separación o el vacío, sino que también libera una tensión acumulada en forma de grito. Ese grito no busca ser escuchado; es un acto de liberación, una necesidad de soltar la presión que fractura el alma. Este proyecto surge de un dolor personal, de una ruptura que dejó una profunda hendidura en mi ser, pero también de la luz que comienza a filtrarse a través de esa fisura. Más que ocultar o zurcir lo roto, GRI(e)TAS busca dar espacio a las heridas, transformándolas en un proceso creativo donde la belleza surge incluso en lo más fracturado.
A través de 28 fotografías que dialogan entre la luz y la oscuridad, GRI(e)TAS hace visible lo invisible: la grieta como una apertura hacia nuevas narrativas y el grito como el eco liberador que emerge de su interior. Las imágenes, trabajadas en clave alta y baja, alternan entre blancos y negros, representando la dualidad inseparable de lo agrietado y su espacio negativo. La grieta no es solo una fractura; es también el canal por el que la presión encuentra salida, un espacio donde el dolor se transforma en luz.
Concebido desde la introspección y la necesidad de comprender, este proyecto invita al espectador a reflexionar sobre sus propias grietas y liberar, como un grito silencioso, las tensiones acumuladas en ellas. La grieta no es un final, sino un principio; un testimonio de vida, resiliencia y evolución personal.
GRI(e)TAS no es solo una colección de fotografías; es un manifiesto visual que reivindica la belleza como elemento esencial, incluso en medio de las rupturas más profundas. Es un canto a la luz que emerge de la sombra y un homenaje a la fragilidad y al acto liberador de gritar, permitiéndonos crecer.
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La poética de la luz en el lenguaje del arte
La poética de la luz en el lenguaje del arte
La poética de la luz en el lenguaje del arte es un proyecto que propone un viaje introspectivo a través de la fotografía, donde la naturaleza, la belleza y la percepción se entrelazan para crear paisajes que evocan emociones profundas y abren caminos hacia la contemplación. Cada imagen, concebida desde una sensibilidad que combina lo abstracto, lo representativo y lo conceptual, busca trascender lo inmediato para explorar la conexión intrínseca entre el ser humano y la naturaleza.
El proyecto se sustenta exclusivamente en fotografías de naturaleza, abarcando desde paisajes amplios hasta detalles íntimos de flora y fauna. Aunque algunas de las imágenes se acercan a la abstracción, otras adoptan enfoques representativos o conceptuales, sin llegar nunca a lo plenamente documental. Estas obras transforman lo cotidiano en un espacio de contemplación estética, resaltando la interacción entre luz, forma y textura, y presentando la belleza natural como un vehículo para explorar emociones universales.
A lo largo de la historia, el concepto de arte ha evolucionado profundamente, transformándose de una imitación de la realidad a una exploración subjetiva de la experiencia humana. En la Antigua Grecia, Platón definió el arte como una forma de imitar la naturaleza, vinculándolo a la búsqueda de la belleza como expresión de lo eterno y lo sublime. Durante el Renacimiento, el arte capturó proporciones y armonías idealizadas. Sin embargo, la llegada del Romanticismo marcó un cambio radical, celebrando lo sublime como una experiencia personal y subjetiva. Posteriormente, el Impresionismo enfatizó la luz y los momentos efímeros, mientras el Expresionismo distorsionó la realidad para reflejar estados emocionales internos. Este recorrido histórico inspira al proyecto a posicionarse en un espacio donde convergen lo representativo y lo emocional.
En el concepto contemporáneo de arte, la idea de belleza ha sido resignificada. Movimientos como el Dadaísmo o el Arte Conceptual cuestionaron su centralidad, mientras el Postmodernismo diluyó su importancia en favor de lo cotidiano y lo disruptivo. Sin embargo, la belleza, entendida como experiencia emocional y subjetiva, sigue siendo esencial para conectar al espectador con lo sublime y lo trascendental. Este proyecto reivindica esa conexión, utilizando la fotografía para reestablecer la belleza como pilar central del arte.
La concepción de belleza que subyace en este proyecto encuentra resonancias claras en artistas como Mark Rothko y Agnes Martin, así como en fotógrafos conceptuales como Hiroshi Sugimoto y Minor White. Rothko, en particular, dialoga con las ideas de lo sublime del Romanticismo, creando campos de color que inducen estados de contemplación introspectiva, emocionales profundos y sobrecogedores. Mientras tanto, Martin evocaba serenidad mediante líneas y patrones sutiles, conectando con una visión más contemplativa de la belleza que, en cierta manera, nos recuerda a los ideales del Romanticismo. Sugimoto, con sus paisajes minimalistas, y White, con su capacidad de capturar lo metafísico en lo cotidiano, ofrecen un marco conceptual para integrar imágenes que sugieran narrativas profundas y emocionales, evidenciando ciertas afinidades con el Impresionismo o el Expresionismo. Cada uno de ellos, desde su visión particular, ha explorado nociones de belleza que dialogan con las ideas de lo sublime del Romanticismo, la luz y lo efímero del Impresionismo, o las emociones internas del Expresionismo.
Inspirado también por las ideas de grandes pensadores como Kant, Hegel y Merleau-Ponty, Donde la luz habla de Belleza explora la percepción como un acto creativo. Kant propuso el juicio estético desinteresado, que aquí se traduce en composiciones que invitan a una contemplación pura. Hegel veía el arte como una expresión del espíritu absoluto, un concepto materializado en fotografías que conectan lo individual con lo universal. Merleau-Ponty, por su parte, subrayó que la percepción no es pasiva, sino un acto dinámico que construye el mundo. Estas influencias convergen en imágenes que desdibujan los límites entre lo concreto y lo abstracto.
En su conjunto, La poética de la luz en el lenguaje del arte construye un espacio donde percepción y emoción se entrelazan en un lenguaje visual poético. Cada imagen es un espejo que invita al espectador a proyectarse, descubriendo en ella ecos de su propia subjetividad y estableciendo un diálogo íntimo con su mundo interior. Este proyecto busca revelar el potencial de la fotografía como un medio artístico capaz de explorar la belleza no solo como un pilar del arte, sino también como un puente entre la contemplación estética y la conexión emocional profunda. A través de la naturaleza y la luz, se propone una reflexión sobre el lugar de la belleza en el arte contemporáneo, invitando al espectador a redescubrir su centralidad en la experiencia humana.
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El imperio de los sentidos
El imperio de los sentidos
El Imperio de los Sentidos
nace de un profundo recorrido personal y artístico. En mis inicios, mi trabajo estaba enfocado en captar la realidad con la mayor fidelidad posible, en retratar lo que veía tal y como era. Con el tiempo, sin embargo, comprendí que no era la realidad lo que quería plasmar; nunca lo había sido. Lo que realmente buscaba era transmitir emociones, explorar la esencia de los sentidos y alejarme de la representación literal para encontrar un lenguaje visual que conectara profundamente con lo sensorial y lo emocional. Este cambio me llevó a estudiar el trabajo de fotógrafos de naturaleza que compartían esta visión y a experimentar con técnicas que transforman la fotografía en una herramienta para explorar el mundo interior.
Inspirado en la obra cinematográfica de Nagisa Ōshima, El Imperio de los Sentidos adopta un enfoque transgresor y experimental. Si bien Ōshima abordó los límites del deseo humano, este proyecto fotográfico se centra en explorar los límites de la percepción sensorial y emocional mediante composiciones basadas en elementos naturales. Utilizando texturas, formas y colores presentes en la naturaleza, las imágenes buscan trasladar al espectador a un espacio introspectivo, donde lo que vemos se convierte en una puerta hacia lo que sentimos.
El proyecto se sustenta en una base conceptual que integra filosofía, estética y arte contemporáneo. Entre las influencias principales destacan Maurice Merleau-Ponty, cuya teoría de la percepción enfatiza la relación sensorial entre el ser humano y el mundo; y Georges Bataille, cuya noción de la experiencia como un «exceso» que va más allá de lo racional inspira el uso de la fotografía para trascender lo visible. Susan Sontag, en On Photography, aporta una reflexión esencial sobre cómo las imágenes pueden provocar y transformar nuestras emociones, mientras que Roland Barthes, en La cámara lúcida, introduce los conceptos de punctum y studium, elementos que guían mi búsqueda de una conexión visceral y significativa en
cada imagen.
Desde el arte, el trabajo de Mark Rothko en la pintura sirve como referencia estética en el uso del color y la abstracción para evocar emociones profundas. Ana Mendieta y su exploración de la conexión entre naturaleza y pertenencia también son fuentes de inspiración, al igual que la sensibilidad poética de Rainer Maria Rilke, quien reflexiona sobre el misterio y la profundidad emocional del entorno natural. Por último, la obra de Ernst Haeckel, con su detallada representación de formas naturales, añade una perspectiva estética y científica que refuerza el vínculo entre naturaleza y abstracción en este proyecto.
El Imperio de los Sentidos tiene como objetivo utilizar la fotografía de naturaleza para capturar su riqueza emocional y sensorial como medio de provocar emociones, de desatar los sentidos en el espectador. Técnicas como exposiciones prolongadas, movimientos intencionales de la cámara y la manipulación de luces y sombras permiten transformar elementos naturales en composiciones visuales cargadas de emoción. Las texturas de cortezas, el movimiento del agua, las formas de las nubes o los colores de un atardecer se convierten en vehículos para explorar las posibilidades sensoriales de la imagen.
Este proyecto no busca documentar la naturaleza, sino reinterpretarla como una experiencia emocional y conceptual. Pretende invitar al espectador a un diálogo sensorial, a un viaje introspectivo en el que los límites entre lo tangible y lo emocional se desdibujan, y la percepción se convierte en una experiencia personal y única.
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Buscando los límites
Buscando los límites
La fotografía como diálogo
La fotografía como diálogo
En el año 2017 comencé a trabajar en mi primer proyecto importante de fotografía. Buscaba unir dos formas de expresión que me cautivan: la fotografía y la palabra. Como resultado, y tras un año de trabajo seleccionando fotografías y textos contenidos en algunos de los libros que he leído, vio la luz este proyecto al que bauticé con el nombre de «la fotografía como diálogo». Buscaba, con él, diálogos en muchas dimensiones: diálogos entre palabras e imágenes, diálogos interiores (el evocado al contemplar las fotografías y leer los textos), y diálogos con los demás, como intento desesperado de encontrar la otredad, de contactar con el «otro».
Hasta el momento, este proyecto ha sido presentado en tres exposiciones (una cuarta pendiente de celebración) y está recogido en un libro cuyo título coincide con el nombre del proyecto.
La fotografía comparte con la literatura su capacidad para construir narraciones, evocar recuerdos y provocar un diálogo interior. Los vínculos entre la imagen y la palabra han existido prácticamente desde siempre, y a pesar de que han ido evolucionando de forma particular, según sus respectivas estructuras internas, ambas artes caminan paralelamente, unidas a una historia y un contexto socio-ideológico comunes. Texto e icono, o expresándolo de otra forma, palabra e imagen, han sido ejemplo de una larga convivencia, muchas veces difícil y tormentosa, pero siempre fructífera y apasionante. Ambos espacios de expresión y de representación han vivido un largo idilio en el que se han completado, fusionado y cuestionado, en un continuo y estimulante maridaje.
Como sostiene Antonio Muñoz Molina, “la literatura da cuenta del mundo inventándolo; igual hace la fotografía, es decir, la mirada”. Así, esa “escritura de luz” que es la fotografía, ha establecido fértiles correspondencias con la otra escritura, la literaria.
Como lectora voraz y fotógrafa, siempre me he sentido atraída por esta simbiosis, oficiada a dos voces pero interpretada con muchas y diversas melodías. Este proyecto reivindica estos lazos a través de una colección de fotografías asociadas a citas de distintas obras y autores, poniendo de manifiesto cómo ambas expresiones artísticas son formas de comunicar un mismo mensaje, mensaje capaz de evocar un diálogo interior, capaz de generar una invitación al conocimiento introspectivo del ser, es decir, una aproximación reflexiva al sujeto que somos.
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Manifiesto de las emociones invisibles
Manifiesto de las emociones invisibles
En el vasto teatro de la naturaleza, los animales son los actores más sinceros. Sienten con una pureza que escapa a las complejidades de las palabras.
Cada mirada cuenta historias de asombro, de alegría, de miedo y de ternura sin el velo de la pretensión. Sus corazones laten en sintonía con la tierra, respondiendo a los ciclos de la naturaleza con una armonía innata.
En la mirada de un felino se refleja la astucia y la curiosidad; la de un primate irradia inteligencia; en sus gestos y expresiones encontramos una riqueza de emociones que rivalizan con nuestra propia humanidad.
Los animales sienten el pulso de la vida en cada latido y sus emociones poderosas, y siempre profundas, son una lección constante sobre la autenticidad en un mundo a menudo enmascarado. En la selva de sus sentimientos descubrimos un reflejo de nuestra propia humanidad, un recordatorio de que el arte de sentir es universal y atemporal.
Las fotos que he seleccionado para esta exposición conforman una serie fotográfica de retratos de animales, retratos que buscan reflejar su sentir. Cada instante capturado desnuda una emoción y revela la poesía intemporal de la vida en su estado natural.
Busco, con esta serie de fotografías, que el espectador perciba la experiencia visual como una odisea, y lo haga mediante la exploración de retratos de animales salvajes.
Busco, generar una conexión íntima entre la vida animal y las emociones, poniendo de manifiesto la autenticidad y profundidad de la vida salvaje. Busco que el espectador establezca una conexión profunda con cada animal. Busco que el espectador sienta la capacidad de sentir de cada uno de ellos: el desasosiego, la alegría, el amor, la sensualidad, la ilusión, el dolor, todos son elementos presentes en esta serie fotográfica.
Todas las fotografías están tomadas en diferentes viajes a África: Kenia, Tanzania, República de El Congo y Gabón entre los años 2019 y 2023.
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