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Gri(e)tas

Gri(e)tas

 

Este proyecto nace del dolor, de la fractura de mi alma y de la aparición de una profunda grieta en ella.  Nace de la necesidad de comprender el significado del concepto.  Nace de la necesidad de entender el sentimiento detrás del concepto. Nace de la necesidad de gritar.  De la imperiosa necesidad de desgranar las emociones, sensaciones y sentimientos que se produjeron en mí al ser fracturada, al sentir cómo mi alma era quebrada y cómo, fruto de ese quebranto, se abría paso una grieta.

Pero también nace de la esperanza, de la luz que se vislumbra en el fondo de la grieta.  Nace de la visión de las posibilidades de reconstrucción, de reconstruirme, de la necesidad de integrar la grieta en mí, como parte de mí, como elemento que me define y me ayuda a crecer. 

Comencé el proyecto a principios del verano a raíz de una ruptura amorosa inesperada y abrupta.  Ese sentir que estaba al borde de un abismo, a punto de caer en él, sin nada a lo que asirme y viendo cómo todo lo que creía construido a mi alrededor se desmoronaba como un castillo de naipes.  Ese darse cuenta, a bofetadas, de que todo lo que había vivido en los meses previos era una farsa, una burda mentira. Ese enfrentarse al espejo y ver reflejado en él cómo había permitido que anularan mi voz interior y mi criterio.  Eso, sólo eso, todo eso, abrió una profunda grieta en mi alma.  Necesitaba gritar y comprender y necesitaba encontrar luz.

Siempre he utilizado la fotografía y la palabra para expresar el sentir de mi alma, de ahí la necesidad de crear esta antología de fotografías, esta colección de gritos, esta pléyade de grietas…  Algo necesario para silenciar esa voz, esa voz que resonaba en mi interior gritando mi dolor de manera continua… algo imprescindible para resurgir”. 

Aquí está el resultado de ese zumbido constante y de su análisis: una colección de fotografías que reflejan, siempre buscando la belleza hasta en el dolor más profundo, todas las formas de representación de eso que mi alma no dejaba de gritar.

Por fin esa voz se ha callado y ahora, de la grieta, emana luz.

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La fotografía como arte

La fotografía como arte

 

EL concepto de arte ha evolucionado con el tiempo produciéndose varios puntos de inflexión en su historia.

La búsqueda de belleza, es decir, la estética (conjunto de condiciones de lo bello en el arte y la naturaleza) se mantuvo como una constate en la evolución del concepto de arte hasta mediados del siglo XX momento en el que cedió terreno al binomio arte/mensaje.

Para mí, la estética debe seguir formando parte del concepto de arte. Por ello, “la fotografía artística como fin” de la naturaleza es, en consecuencia, doblemente bella, dado que busca lo bello en el arte y lo bello en la naturaleza.

La fotografía como arte es un modo de expresión que va más allá de plasmar la realidad que fotografía. De la misma forma que algunas corrientes artísticas de la pintura tienen una forma “especial” de plasmar la realidad, la fotografía debe encontrar su camino.  Es cierto que la fotografía “tiene las manos atadas” en cuanto a que siempre recoge una parte de la realidad (lo que fotografía) pero la forma en la que el artista “distorsiona” esa realidad permite distanciarse de dicha realidad para crear su medio particular de expresión.

El imperio de los sentidos

El imperio de los sentidos

Empecé en el mundo de la fotografía recogiendo realidades, plasmando, con mi cámara, todo lo que me llamaba la atención.  Trabajé de manera incansable para conseguir captar, con la mayor fidelidad posible, lo que veía.  Y creo que lo conseguí, y al hacerlo, fui consciente de que no era la realidad lo que quería plasmar; que nunca lo había sido.

Quería plasmar una emoción, quería adentrarme en el imperio de los sentidos; necesitaba distanciarme de la realidad para encontrar la esencia. En ese momento comencé a estudiar el trabajo de fotógrafos de naturaleza que habían llegado a mí misma conclusión mucho antes que yo. Estudié, y sigo estudiando, técnicas fotográficas que alejan la fotografía de la realidad; practiqué mucho (lo sigo haciendo)… Todo ello me ha llevado a iniciar un nuevo proyecto fotográfico, proyecto en el que estoy trabajando actualmente, y al que he bautizado (estoy convencida de que a N. Ōshima no le hubiera importado) con el nombre de «El imperio de los sentidos».

Como ha sido siempre, es la naturaleza la que mi inspira; por eso las fotografías que están dando vida a este proyecto son, en su totalidad, fotografías de naturaleza. Sigo siendo fiel a mis constantes: los detalles, la sensibilidad, lo que pasa inadvertido para la mayoría, pero ahora, mi mirada utiliza otros ojos: los ojos de los sentidos del alma.

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Buscando los límites

Buscando los límites

 

Estudiando el trabajo de otros fotógrafos y sus teorías para así poder dotarme de maneras de fotografiar la esencia, y de esta forma colmar mi necesidad de alejarme de la realidad, de evocar emociones, descubrí la teoría animista sobre los límites («the edges») definidos por Niall Benvie.

Su manera de identificar la relación entre el impacto emocional que transmite una fotografía y su composición (la inclusión de zonas de transición en el tiempo, el espacio, o el ser) me fascinaron.

Empecé a revisar mi histórico de fotografías buscando los límites de los que habla Benvie y a pensar en nuevas composiciones en las que sus zonas de transición, y porqué no, otras nuevas, estuvieran presentes. De esta forma nació este proyecto, “Buscando límites” en el que estoy trabajando en la actualidad.

La fotografía como diálogo

La fotografía como diálogo


En el año 2017 comencé a trabajar en mi primer proyecto importante de fotografía. Buscaba unir dos formas de expresión que me cautivan: la fotografía y la palabra. Como resultado, y tras un año de trabajo seleccionando fotografías y textos contenidos en algunos de los libros que he leído, vio la luz este proyecto al que bauticé con el nombre de «la fotografía como diálogo». Buscaba, con él, diálogos en muchas dimensiones: diálogos entre palabras e imágenes, diálogos interiores (el evocado al contemplar las fotografías y leer los textos), y diálogos con los demás, como intento desesperado de encontrar la otredad, de contactar con el «otro».

Hasta el momento, este proyecto ha sido presentado en tres exposiciones (una cuarta pendiente de celebración) y está recogido en un libro cuyo título coincide con el nombre del proyecto.

La fotografía comparte con la literatura su capacidad para construir narraciones, evocar recuerdos y provocar un diálogo interior. Los vínculos entre la imagen y la palabra han existido prácticamente desde siempre, y a pesar de que han ido evolucionando de forma particular, según sus respectivas estructuras internas, ambas artes caminan paralelamente, unidas a una historia y un contexto socio-ideológico comunes. Texto e icono, o expresándolo de otra forma, palabra e imagen, han sido ejemplo de una larga convivencia, muchas veces difícil y tormentosa, pero siempre fructífera y apasionante. Ambos espacios de expresión y de representación han vivido un largo idilio en el que se han completado, fusionado y cuestionado, en un continuo y estimulante maridaje.

Como sostiene Antonio Muñoz Molina, “la literatura da cuenta del mundo inventándolo; igual hace la fotografía, es decir, la mirada”. Así, esa “escritura de luz” que es la fotografía, ha establecido fértiles correspondencias con la otra escritura, la literaria.

Como lectora voraz y fotógrafa, siempre me he sentido atraída por esta simbiosis, oficiada a dos voces pero interpretada con muchas y diversas melodías. Este proyecto reivindica estos lazos a través de una colección de fotografías asociadas a citas de distintas obras y autores, poniendo de manifiesto cómo ambas expresiones artísticas son formas de comunicar un mismo mensaje, mensaje capaz de evocar un diálogo interior, capaz de generar una invitación al conocimiento introspectivo del ser, es decir, una aproximación reflexiva al sujeto que somos.


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